¡Sospéchalo a tiempo y sigue con el deporte!
Una de las lesiones más comunes en deporte es la fractura por estrés.
El hueso se está constantemente remodelando a sí mismo y reparando, especialmente cuando es sometido a un estrés.
Con cada milla que recorre un corredor, más de 110 toneladas de fuerza deben soportar las piernas; y los huesos no están hechos para sobrellevar esto solos, por lo que los músculos son los primeros que absorben dicha fuerza. Una vez que se agotan estos últimos, entonces le corresponde a los huesos continuar con el trabajo. Estudios histológicos han demostrado que un estrés repetido sobre el hueso incrementa la actividad osteoclástica (destructora de hueso) sobre la osteoblástica (formadora de hueso) debilitando el mismo y generando fracturas por estrés.
La fractura por estrés ocurre cuando ha habido un cambio reciente en la forma de entrenar. Especialmente los atletas profesionales, los aficionados y los reclutas militares están sometidos a estos posibles cambios en el régimen de entrenamiento (zapatos nuevos, superficie de entrenamiento). Las personas sedentarias que recientemente se incorporan a un estilo de vida activo también lo pueden sufrir.
Se caracteriza por dolor insidioso (de aparición progresiva) con o sin inflamación sobre la zona afectada, especialmente cuando realizan la actividad física, que puede ceder con el cese de la misma y posteriormente aparecer inclusive en reposo.
Los sitios más comunes de lesión son las extremidades inferiores, que son las que más se someten a sobrecarga.
La radiografía convencional es inicialmente un estudio importante ya que la clínica de dolor profundo e inespecífico hace imprescindible el descarte de otras patologías, especialmente tumorales, al descartarse se confirma así la fractura por estrés; corroborándose un mes después con otra radiografía el callo óseo formado (hueso cicatrizado).
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Sin embargo, si la sospecha se tiene desde una primera instancia, luego de haber hecho una adecuada historia clínica, un estudio de imagen con resonancia magnética evidenciaría la lesión donde en la radiografía no se veía. De esta manera se puede indicar tratamiento adecuado y a tiempo para evitar sufrimientos por dolor, complicaciones y por tanto cese perenne de la actividad física debido a ello.
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Haciendo mucha actividad física muy pronto, con poco entrenamiento puede generar dolores localizados y profundos que luego conlleven a un cese en dicha actividad. Se habría originado una fractura por estrés, no diagnosticada y no tratada y como consecuencia un miedo a realizar deportes.
Si se sospecha, se estudia con imágenes adecuadas (Resonancia magnética por ejemplo), tecnología de la que hoy en día se hace uso para ver más allá del examen físico médico. Se descartan patologías malignas, se confirma el diagnóstico, se trata de forma adecuada (reposo y antiinflamatorios) a tiempo y se puede continuar con una vida normal, con deporte bien realizado, de intensidad progresiva y así con salud física y mental.
Bibliografía:
1) The British Journal of Radiology, 85 (2012), 1148–1156. Lower extremity and pelvic stress fractures in athletes. S Y LIONG, MRCS, FRCR and R W WHITEHOUSE, MD, FRCR. Department of Clinical Radiology, Manchester Royal Infirmary, Manchester, UK.
2) The Radiology Assistant. Stress fractures by Ferco Berger, Milko de Jonge, Robin Smithuis and Mario Maas
From the Radiology Department of the Academical Medical Centre, Amsterdam and the Rijnland Hospital, Leiderdorp, the Netherlands
Dra. Daniella Gomez Campos
Residente de radiodiagnóstico.
Hospital Fundación Jiménez Días.
Madrid. España.
26/11/2013